miércoles, 15 de mayo de 2013

¿LEEMOS UN CUENTO?

Preparándonos para participar el día 27 de septiembre de la Maratón Nacional de Lectura, la autora Graciela Repún nos regala un cuento para disfrutar...



JULIÁN Y SU ESCUDERO, DOS NOBLES CABALLEROS
Julián era un valiente caballero. Él y Manu, su amigo y escudero, siempre estaban ansiosos de aventuras, vestidos con brillantes armaduras, espadas poderosas y lanzas muy pinchudas. Pero eran armas que no usaban más que para dar un susto, porque a Julián y a Manu las peleas les causaban disgusto.
Con ingenio, una red y muchas mañas, estos buenos amigos lograban grandes hazañas.
La reina les había dado una misión muy importante: proteger el bosque real de bandidos y maleantes.
Julián era un gran lector. Leía desde pequeño.
Los libros le parecían como la vida y los sueños.
Siempre se llevaba algunos debajo de su coraza, cuando iba a cuidar los bosques de cualquier seria amenaza.
Los libros de aventuras eran sus preferidos. En ellos había aprendido que algunos héroes famosos con astucia habían vencido a muchos malos odiosos.
La fama de Julián y Manu había llegado a otras tierras. La reina dormía tranquila sin preocuparse por guerras, ya que cualquier enemigo que  atravesara aquel  bosque sería sin dudas vencido con ingenio y no con golpes.
Cuando el rey y poderoso mago Baldomero Cursimal planeó invadir esas tierras, no fue gentil ni formal.
Sabía que el único modo de dominar la región era vencer al escudero y al caballero campeón.
Para hallarlos ordenó a dos de sus asistentes que se fueran pronto al bosque para darles un presente: dos gorros de dormir, a rayitas, muy calientes, que les cubrirían la nuca, las orejas y la frente.
El astuto plan del rey era guiarse por los gorros, acercarse por sorpresa y darles unos mamporros.
Julián agradeció el regalo, pero sospechó una trampa  que podía ser fatal. A la noche, despacito, como hizo "Pulgarcito",
les colocó los gorritos a los hombres de Cursimal. 
Por la mañana se vio que alguien los había golpeado y volvían con su rey seriamente magullados.



Cursimal no se dio por vencido.
Mandó una plaga de castores que detenían los ríos y masticaban el bosque.
Julián y Manu se acordaron de  "El flautista de Hamelin".Tallaron dos flautas y el problema tuvo fin.
Trataron de encantar con sus sonidos a los castores, para llevarlos hacia lugares mejores, pero tocaron tan mal, eran tan desafinados, que los castores huyeron igual, aturdidos y espantados.
Cursimal volvió a atacar.
Envió una niebla mágica donde Manu se perdió.
Pero al rato recordó "Hansel y Gretel", un cuento donde se hablaba de un truco que recordó en el momento.

Tomando un pan de su saco comenzó a arrojar las migas, atrayendo hacia sí a las aves y acaso a una mano amiga.
Julián lo encontró enseguida, cuando notó, intrigado, que todos los pajaritos volaban hacia ese lado.
Cursimal, muy enojado, decidió ir personalmente a ver por qué estos amigos lo vencían tan fácilmente. Se hizo pasar por pintor. Dijo que estaba de viaje, buscando para sus cuadros los más hermosos paisajes.
Ni Manu ni Julián creyeron este truco barato. Enseguida descubrieron que el pintor, a cada rato, se quejaba y se quejaba de lo mal que se comía, se dormía y se viajaba.
Eso los hizo pensar en "La princesa y el guisante". ¡Sólo se quejaría así un personaje importante, acostumbrado a los lujos y a las ropas elegantes!
Cuando vio que su disfraz ya no servía, el rey se convirtió en feroz dragón, y lanzando llamaradas y chispitas anunció:
-      Aunque no quieran, ¡será mía esta región!
Pero Julián y Manu recordaron “El gato con botas”, donde el gato usaba el poder del malo en beneficio suyo.
Y cuando vieron a Cursimal correr hacia el castillo, trataron de herirlo en su orgullo: - Cualquiera se transforma en un dragón o un gigante ... ¡Eso no lo convierte en un mago importante! Sólo unos pocos magos, muy poquitos, se transforman en algo pequeñito.
Cursimal escuchó con atención.
Y de pronto se transformó en caballo.
Luego, en perro. Luego en gallo. Después en pollo, en ratón, en grillo y hasta en mosquito...
Cuando se convirtió en luciérnaga... ¡allí Julián lo atrapó!
Lo metió en una botella y lo usó de farolito.
Así leyeron de noche sus cuentos de aventuras, hasta que el mago olvidó sus chifladuras, y se volvió narrador. Ahora anda por el mundo, un bichito de luz que habla, iluminando la noche con sus mágicas palabras. 

Del libro Cuentos con rima para los que se animan, ediciones Abran Cancha, Buenos Aires, 2004.

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